Se acercan las fiestas navideñas, hace días que todas nos hemos dado cuenta. Celebres o no estas fechas, seguro que cae alguna comida más allá de la cuenta. Cenas con amigos, amigos invisibles, cena de empresa, amistades que hace tiempo no ves, visitas que acompañan manjar…
Acompañamos las celebraciones con comida. Es un hecho y es un placer. Vivimos en una cultura en la que cualquier celebración merece un brindis o un buen plato. Hasta aquí, nada que decir. El problema viene cuando lo que sentimos después de todo este conjunto de comidas día tras día es culpa y frustración.
Pero antes de hablar de estas emociones, vamos a ponernos en situación. Quizá a estas alturas ya hayas celebrado alguna cena/comida extra, de las que no tienes una semana habitual, o quizá ya te estés preparando para las de la semana que viene. Alguna de las actitudes que adoptamos las semanas previas son: voy a ir más al gimnasio estos días, así podré excederme en Navidad. Otras veces es: voy a hacer dieta durante toda la semana, así podré ponerme las botas los días que tengo comidas familiares. Otra postura es: ahora ya está todo perdido, empezaré a hacer dieta en enero.
Todas estas posturas, lo que hacen es engañar a nuestra mente. Y en ninguna situación de las anteriores hemos tenido en cuenta qué es lo que nos va a apetecer de comer realmente el día que tengamos esa cena o esa comida.
Nos engañamos porque nos movemos en una dicotomía de lo que está bien y lo que está mal, de lo que es adelgazar y engordar, de lo que está bien visto y lo que no.
Al engañarnos, nos sobrepasamos. Es decir, en nuestra mente ya queda eso del “todo vale” (bien porque me he estado restringiendo durante los días previos, bien porque creo que he quemado calorías en el gimnasio o bien porque ya tengo en mente que empezaré dieta en enero). Por lo tanto, consumimos mucho más de lo que necesitamos. Y lo peor de todo: sin darnos cuenta. Es sorprendente cómo un mensaje que hemos ido reforzando semanas anteriores (o quizá en el mismo día de la comida/cena) surge su efecto a nivel inconsciente, ya que sin aparentemente escuchar esa voz, nos permitimos el comer hasta que nos duele la tripa. Además, este tipo de mensajes lo que hace es que acumulemos más ganas de comer hasta llegar a sentir ansiedad, lo que te impedirá gestionar la cantidad de comida que comes en la determinada comida o cena familiar.
Además, nos dejamos llevar por lo que marca la sociedad o, en este caso, la dinámica familiar, que acostumbra a alabar el dispendio de comida sin medida. Cuantas más gambas mejor, cuanto más grande el cordero más contentos todos. Y repito: la comida es placer y satisfacción. Solo que en estos casos nos atrapamos en una rueda de exaltación al ver mucha comida y al ensalzar la cantidad de comida, animándonos unos a otros. Por lo que una vez declarados estos elogios, lo que toca es comérselo todo. Incluso a veces, una vez ya hemos comido, se lanzan elogios a aquél que ha comido más gambas (contando las cabezas de gamba que quedan en el plato) o al que ha comido más polvorones o contando las botellas de cava que “han caído”. Lo repito: comer es un placer, la cuestión es hacerlo con consciencia y respeto a nuestro cuerpo.
TOA HEFTIBA – UNSPLASH
¿Qué puedes hacer?
Si no sabes cómo afrontar estos días porque ya te has enviado todos estos mensajes que van a conseguir engañarte e intuyes que puedes caer en los excesos, te propongo algunas acciones para estos días señalados. Todo son propuestas, no son normas a seguir a raja tabla. Experimenta qué es lo que te funciona a ti:
- No te saltes ninguna comida. Aunque sea el día de Navidad e intuyas todo lo que te espera, no te saltes el desayuno (si es que habitualmente desayunas). Lo único que conseguirás es llegar con más hambre al aperitivo y comer con más ansiedad. Tampoco te saltes la cena ese día. Puedes optar por un caldo ligero o alguna pieza de fruta. Sigue tu instinto.
- Conecta con tu hambre real. Antes de cada plato puedes valorar del 0 al 10 cuánta hambre real tienes. Siendo 0 nada de hambre y 10, muchísima hambre. A partir de ahí, elige la porción que se ajuste a tu necesidad, no solo a lo que quieren tus ojos, lo que te ponen en el plato o lo que come el de tu lado. Muchas veces para el postre ya estamos en nivel 0 de hambre, pero aún así, seguimos comiendo postre, dulces y demás.
- Si quieres llegar al postre con algo de hambre, modera tus raciones. Si comes hasta no tener fin en los aperitivos, en el primer plato y en el segundo y además repites, es muy difícil que llegues con algo de hambre al postre. Si de antemano sabes que quieres comer postre, modera las cantidades sin miedo y disfruta de verdad del postre.
- Practica el Mindful Eating. ¿Por qué no en Navidad? Son fechas de agradecer, de valorar, de ser conscientes de lo que tenemos….pues aprovecha para agradecer la comida que se te presenta en el plato, aprovecha para, valorarlo, olerlo, agradecer al cocinero/a… Además, mastica cada bocado con consciencia, notando todas las sensaciones que produce en tu cuerpo. Está claro que esto no lo podrás hacer durante toda comida / cena, pero sí que hará que tomes más consciencia de lo que estás comiendo momento a momento, pudiendo decidir cantidades.
Hagas lo que hagas, hazlo con consciencia.
No esperes a que la culpa y las malas digestiones te alerten de que hay algo que no funciona.
¿Y si a pesar de todo esto me paso? ¿Qué hago? Pues seguir ese día sin machacarte, sin restricciones, observando cómo se siente tu cuerpo, tu mente, cómo te sientes anímicamente y tratando ese día de ingerir algo ligero que cuide tu cuerpo y tu espíritu. No dejes de desayunar o te prives más. Pregúntate qué te apetece y, desde ahí, elige qué quieres comer el día post exceso. Estoy segura que haciendo esta pequeña reflexión serás más consciente de cómo te sientes física y anímicamente e intentarás aplicar alguna nueva herramienta para disfrutar estos días desde el placer y sin remordimientos.
¡Felices fiestas a todos!