Empiezan unos días difíciles para muchas personas. Por un lado, siempre falta alguien en la mesa el día de Navidad, y eso duele. Son días de nostalgia, de echar de menos, de repasar y recordar lo que nos falta. Por otro lado, también son unos días muy temidos para aquellas personas que temen engordar durante estas fiestas o para aquellas personas para las que las calorías tienen un papel importante en su vida. Aquellas que ya piensan en enero, en el gimnasio y en la nueva dieta. Pero antes de llegar a enero, hay que pasar por las comidas familiares. Y estas personas, pueden llegar a sentir miedo, llevándoles a actuar de una forma determinada los días previos y posteriores a las comidas navideñas.
La restricción en los días previos
Quizá este post llegue un poco tarde, pero si has estado haciendo dieta para poder ponerte las botas estas fiestas… error. Y es que las consecuencias de estar a dieta antes de Navidad solo nos lleva a la restricción para así podernos dar el atracón que en realidad se debe al sentimiento de privación que nos hemos dado. Cuando en los días previos te has estado privando, es normal que te sientas más atraída por las comidas navideñas como método para compensar las privaciones de los días previos. Todo lo que prohibimos, nuestro cuerpo y mente lo quieren con más ansiedad.
¿De qué sirve restringirse con el objetivo de darse un atracón? Si quieres comer, come, pero no restrinjas los días previos.
La mente puesta en la dieta de enero
Otro factor que hace sentirnos más atraídas por las comidas estos días es la anticipación de que posiblemente en enero vaya a comenzar una dieta. Como voy a tener una privación futura, aprovecho ahora (esto no lo dices en voz alta, claro, pero es el mensaje que tu cuerpo interpreta de tus privaciones). Por ello, comes bajo el mensaje de: «Total, en enero empiezo dieta». Y esto es lo que solemos hacer también los viernes, diciendo que el lunes empezamos dieta; o nos lo decimos en las vacaciones de verano, diciendo que en la vuelta al cole ya haré otra vez dieta. En todos estos casos nos estamos anticipando a la restricción, comiendo grandes cantidades de comida de todo aquello que más adelante no te vas a permitir comer.
Todo lo que prohibimos, nuestro cuerpo y mente lo quieren con más ansiedad.
Y es que mientras escribo pienso: ¡Qué engaño más grande! ¡Despertemos todas! La cultura de la dieta nos ha hecho tanto daño que ya no podemos disfrutar de los mejores momentos de nuestras vidas. Porque comer, es también una celebración y una gran satisfacción y a veces, es un momento que recordamos toda la vida.
Comida para celebrar
Las grandes celebraciones vienen acompañadas de comida, de eso ya os habréis dado cuenta. Bodas, cumpleaños, reuniones de amigos… El vínculo comida y celebración tiene un gran componente cultural. Es bonito celebrar, brindar, degustar, sentirse satisfechas con lo que hemos cocinado o nos han preparado. ¡Es un acto tan bello! Pero lo acabamos estropeando con este tipo de acciones, de restricciones, de pensamientos, de prohibiciones que no nos permiten disfrutar. Por ello, si aún estoy a tiempo para estos días, me gustaría que tomáramos un enfoque diferente. Un enfoque cuyo objetivo final es el de disfrutar de ti misma, de tu compañía, de las conversaciones y de la presencia, independientemente de la cantidad de comida que ingieras e independientemente de tus planes futuros de dieta o no dieta.
Mi propuesta para estas comidas navideñas
Debo decir que estas propuestas son aplicables durante todo el año, pero ahora quizá puede ser un buen momento para cambiar de perspectiva puesto que se nos presentan varias oportunidades para celebrar y disfrutar. Creemos que estas comidas son las más difíciles para hacer cambios, pero ojalá puedas poner en práctica las siguientes propuestas y te demuestres que has podido hacerlo.
1. No dejes de merendar o comer el snack de media mañana, con esto solo conseguirás llegar a la comida con más hambre y ansiedad después de la restricción. Merienda si tu cuerpo lo necesita o toma ese snack a media mañana si te apetece.
2. Antes de comer, intenta observar la belleza de los platos, de la mesa, de la comida bien puesta. Respira todo eso que estás viendo y agradece. Es muy buen momento para tomar conciencia de cómo te sientes, de tus emociones, de tus pensamientos. Es momento de crear una intención para esa comida: ¿cómo quiero vivir esta comida hoy? Quizá tu respuesta sea: en paz, sin culpa, disfrutando… Poniendo la intención, comienzas el rumbo hacia él.
3. Practica Mindful Eating. Sé que es difícil cuando estamos rodeados de gente, pero puedes compartir algunas de estas prácticas con tu familia. Por ejemplo, podéis observar el plato con curiosidad y luego oler el plato para notar los diferentes aromas… Y entiendo que a partir de aquí comienzan las conversaciones y es más complicado estar presente, pero intenta que cada plato tengo un momento de presencia.
4. Si no quieres repetir, no repitas. Es decir, en estas fechas, y más cuando nos invitan, nos suelen poner más raciones en el plato, y repetimos y repetimos… Y muchas veces lo hacemos solo por no defraudar a la persona que nos lo ofrece. Si tu deseo es decir NO, si tu deseo es no comer más, díselo que asertividad. Puedes decir: «No gracias, estoy llena.» «No gracias, mi cuerpo ya no acepta más comida a pesar de estar muy rica.» O cualquier cosa que se te ocurra. Honra a tu cuerpo lo primero.
5. Deja de lado los sentimientos de culpa y vergüenza. En estas fechas, y en muchas otras en las que celebramos, solemos comer en exceso. ¡Y no pasa nada! Suele ser la excepción, y no la norma. Así que no hagamos de estas 5 o 6 comidas familiares (porque en realidad no hay muchas más) un espacio de culpabilidad o castigo hacia nosotras mismas. Disfruta, lo merece tu cuerpo, tu mente y tus emociones. Hónrate.
Ojalá puedas practicar alguna de estas propuestas. Yo las practicaré, y estaré esperando tu comentario para saber cómo te ha funcionado.
Te deseo unos días llenos de celebración y placer con la comida (y contigo misma).